Hoy más que nunca, el medio laboral y la dinámica de la vida personal se caracterizan por cambios continuos y profundos que afectan nuestro intelecto, nuestras emociones y nuestra capacidad vital y comunicacional.

De pronto dejamos de ver los cambios como retos importantes en nuestras vidas y comenzamos a sentir que nuestra integridad individual se encuentra amenazada. Las adversidades nos afectan dejándonos un sabor de frustración, los conflictos y las presiones contribuyen al desgaste de nuestro sistema nervioso y al deterioro de nuestra capacidad vital.

Si revisamos los padecimientos de la humanidad contemporánea, definitivamente nos damos cuenta que el stress y los malos hábitos de vida determinan las enfermedades y las principales causas de muerte.

Es decir, todos estamos siendo afectados simultáneamente en mayor o menor grado por trastornos ocasionados por la retención de toxinas, por el consumo de sustancias toxicas, por una mala nutrición y por padecimientos de orden psicosomático.

El día a día en la consulta médica lo constituye: una avalancha de personas cada vez más angustiadas y nerviosas, que sufren de trastornos cardiovasculares, hipertensión arterial, arteriosclerosis, accidentes cerebro vasculares, gastritis, colitis, asma, insomnio, tensiones musculares, neuritis, y dolor de cabeza entre otros.

Y lo más lamentable, lo que debería ser alarmante es que todos estos trastornos pueden ser realmente corregidos e incluso evitados. 

Pues el denominador común a todos esos padecimientos es:

el stress, los malos hábitos y el deficiente mantenimiento del cuido personal.

Hasta 1990, mi mayor frustración en el ejercicio profesional lo constituía la impotencia que me generaba el no poder ayudar a mis pacientes a producir los cambios que requerían para mejorar sus condiciones de vida. Con la mejor intención, les sugería los ajustes más apropiados que deberían efectuar con respecto a lo que yo consideraba eran sus hábitos perjudiciales, y simultáneamente les diseñaba un plan de acción para implementar actividades más saludables.

El resultado muchas veces era que simplemente no volvían a la consulta, a pesar de que para muchos de ellos el cambio era una decisión de vida o muerte. Algunas veces ocurría que los encontraba posteriormente, y ellos muy apenados se excusaban por su desistencia, haciéndome sentir como si yo fuese su conciencia externa. Quizá me veían como alguien que pudiera censurarlos o reprobarlos.

¿Cómo podría yo molestarme por las dificultades que se les presentaba para el logro de sus objetivos?

Esto me hacía sentir peor aún, pues nada estaba más lejos de mi intención, ya que lo que yo quería era que más bien contaran conmigo como un aliado, como un asesor que lucha de su mismo lado. Mi trabajo justamente consistía en facilitarles aquello que pudiese parecerles imposible de realizar. Lo que yo esperaba más bien, era que me dieran la oportunidad de formularles nuevas estrategias que les fuesen realmente exitosas.

Fue allí cuando comprendí que una de las dificultades más grandes que se le plantea al ser humano es la modificación de los hábitos, porque una vez que conscientemente aprendemos alguna conducta, su repetición sucesiva continua luego realizándose a nivel inconsciente, o sea no usamos más el cerebro para pensar, sino que es a nivel automático que el cerebelo y el tallo cerebral se encargan. Por eso es tan difícil erradicar cualquier vicio de conducta, pues implica tener que volver a pensar y ser conscientes para poder confrontar y suspender la activación del reflejo condicionado.    

Surgió entonces en mi la idea de crear un programa de entrenamiento intensivo para la modificación de conductas indeseables que capacite a los individuos para el manejo integral de la salud y el stress, y que facilitara el aprendizaje de las normas básicas de higiene natural y del cuido personal.

Para tal fin, pensé que lo primero sería aislar a la persona en un ambiente ideal lejos de su medio enfermante habitual, donde se pudiesen crear las condiciones favorables para estimularlo con el ejemplo, la compañía, el conocimiento más convincente, y sobre todo, donde brindarle el apoyo durante la etapa más difícil, que es siempre el período inicial de cualquier transformación. Así fue como se creó el programa Vida Plena Salud Total y comenzamos a trabajar en la Hacienda La Concepción.

Hoy en día después de una vasta experiencia, habiendo logrado modificar exitosamente las condiciones de salud de muchísimas personas cuyas expectativas de vida estaban realmente comprometidas, puedo concluir que:

para hacer frente a los cambios de la época en que vivimos y asumir los retos profesionales correspondientes a una subcultura decadente, definitivamente es fundamental romper los viejos hábitos y esquemas.

Necesitamos conocernos, autoanalizarnos y lograr en nosotros una actitud positiva que nos permita poder adaptarnos a los cambios y apreciar el atractivo que nos plantean los retos.

Aprender a fluir de acuerdo a la necesidad, de acuerdo a las exigencias de la vida sin generar tensiones internas, para minimizar así el roce constante que nos desgasta.

Cada problema, cada dificultad, cada obstáculo, no es más que un reto que nos invita a la superación y al crecimiento espiritual.

Es a través de las experiencias que evoluciona la conciencia, y en la medida que los problemas se constituyen en desafíos a nuestra inteligencia, es que podemos conectarnos con nuestro genio creativo y producir soluciones originales. Sólo afrontando las dificultades se cultivan las virtudes y transmutamos las debilidades en fortalezas.

Asumir responsablemente nuestro estado emocional, el manejo del stress, y el cuido personal son un reto para nuestra racionalidad.

Las enfermedades contemporáneas son el producto de una mala gestión de nuestra vida, por una ausencia absoluta de criterio sobre mantenimiento preventivo. Se nos impone el reto de aprender a gerenciar la Salud, porque, poseer tanto conocimiento hoy en día y no usarlo para el disfrute pleno; no es usar la inteligencia.

La Salud Integral no es una fantasía, es una necesidad y también una posibilidad. 

Existe un solo obstáculo: Uno mismo.

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